miércoles, 26 de marzo de 2008

Desde el exilio

Con la distancia que imponen unos cuantos kilómetros, las penas se convierten en inmensas lagunas negras, y las alegrías se te disparan dentro del pecho multiplicadas por la lejanía.

En esta ocasión las noticias que nos llegan al destierro son de las buenas, y vienen de la mano del fútbol, gracias a la histórica temporada que está llevando a cabo el Racing de Santander. Por ello, la gran familia de exiliados cántabros, futboleros o no, seguidores del Racing o no, estamos un poco más cerca de nuestra añorada tierruca.

Incluso esa raza que se autodefine como antifutboleros, que hacen de su militancia contra el fútbol el argumento máximo para defender su supuesta inteligencia, aquéllos que te colman con un torrente de preguntas retóricas como ¿pero tú pierdes algo porque esos pierdan?, o, ¿pero en el fondo qué te importa?, pues incluso a ellos, también les ha tocado algo la fibra la gran marea verde racinguista. ¿a que sí?

En sus casi cien años de historia, el Racing jamás cosechó laureles deportivos como los que está viviendo este año de la mano de Francisco Pernía, en la presidencia, y Marcelino García Toral, en el terreno técnico. La fórmula del éxito, como en cualquier proyecto empresarial o deportivo que se proponga, no la conocen ni sus mismos protagonistas. En este caso quizá no tenga nada que ver, o quizá sí, pero en Marcelino concurren virtudes de exigencia sensatas y juiciosas que, afortunadamente, le alejan del estereotipo del entrenador al uso del club de fútbol español. El compromiso de los jugadores con su proyecto ha hecho el resto.

El singular Presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, afirmaba hace pocos días que "yo que tengo 65 años y he ido al Racing desde los 11, jamás había visto una región en torno al Racing. Es un sentimiento que trasciende a la propia ciudad y se extiende al conjunto de la Comunidad Autónoma”. Estoy de acuerdo; y es que en el asunto de los emociones, el sistema de relojería de la cabeza da vueltas que no se explican con fórmulas racionales, y ahí donde habla el corazón, es de mala educación que la razón le contradiga.

Las actuales plantillas de los equipos están plagadas de jugadores llegados de allende los confines del planeta, y nada tienen que ver con la férrea identificación de antaño entre seguidores y ‘sus’ jugadores. En el fútbol moderno, en la mayoría de los casos, el sentimiento de los deportistas por una tierra, por unos colores, por una bandera, ha pasado a mejor vida o, en el mejor de los casos, ha quedado seriamente descafeinado.

El aficionado ha aprendido a convivir con ello, se ha hecho mayor, y no se asusta si quiera por el hecho de que en una plantilla de más de veinte jugadores prácticamente ninguno sea oriundo de su región; bien es cierto que en ocasiones, sobre todo cuando los resultados del equipo no acompañan y aparece el inconfundible olor del fracaso, saca a relucir su lado más nostálgico y suele comentar que como Gento o Amancio no ha habido nadie, que el fútbol de hoy no vale nada, y que ninguna de las estrellas de hoy jugarían en la primera división de los años sesenta.

Dentro del circo mediático en el que se ha convertido el fútbol a nivel mundial, con clubes con presupuestos astronómicos que gracias al euro nadie es capaz de contravalorar, convertidos en auténticas máquinas de generar dinero y aún más de malgastarlo, el aficionado raso juega el papel más sincero, más verdadero y, sin duda, el menos interesado y mercenario.

Ni siquiera la reciente noticia de la solicitud de concurso de acreedores presentada por SEOP, principal patrocinador del Racing que esponsoriza su camiseta y, además, posee el 80% de las acciones del club, ha conseguido empañar levemente las sensaciones de excitación soñadas por el aficionado.

Todos somos conscientes que el Racing más pronto o más tarde, volverá al lugar que siempre ocupó, el que irremediablemente le ordena su presupuesto y el tamaño de su ciudad, pero este 2008 será siempre recordado con justificada emoción por los racinguistas, por todos los cántabros y, cuando a lo lejos, desde el exilio, oigamos entonar los compases del ‘You’ll never walk alone’, traducido sabiamente a nuestra ‘Fuente de Cacho’, hará que el vello se nos vuelva a poner de punta y de las gargantas brote un sincero y atronador ‘Aúpa Racing, oé’.

Publicado en El Diario Montañés el 29 de marzo de 2008

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