miércoles, 14 de diciembre de 2011

Los 40 cañones de Navalone

Creer que una cuarentena se celebra solo cuando cumples los cuarenta es tan estúpido como creer que dos y dos suman cuatro. Como aferrarse al calendario para no querer pasar página. Como intentar huir de todo empezando por uno mismo.

Porque las páginas de una historia personal, si también es ajena, se escriben cuando a uno le da la gana. Que para eso es tuya. A veces.

Por eso hoy lanzo una salva de honores por Navalón, y lo hago recomponiendo algunos pedazos de su vida con una sonora traca de más de 40 de cañones por banda, y sin viento en 'pompa' a toda vela.

¿Que por qué lo hago? Pues porque Navalón es uno de esos míticos por cuyas venas corre sangre del mismo paraíso que el mío, ese lugar donde nos es familiar lo que se esconde en cada escondite, ese lugar donde mejor sabemos resistir lo irresistible.

Y porque es de los amigos cuya biografía no autorizada se sigue escribiendo a la vez que la mía, utilizando para ello el presente continuo y el pasado perfecto. Porque estoy seguro que nada le parece ni la mitad de perfecto que nuestra amistad.

Y ya que no me lo preguntas te diré que su piedra filosofal es un mandamiento, simple, pero universalmente conocido, ese que dice que 'lo que te da dios, dios te lo quita'.

Por eso su vida no da vueltas sobre sí mismo. Por eso no malgasta el tiempo en llamar al coco, ni se ocupa de predecir el futuro. Por eso tampoco conoce el camino que lleva a la inopia.

Y por eso solo aspira a parecerse de mayor a él mismo, a ese tipo que vive austeramente ocupado en la perfección de sus quehaceres cotidianos, lejos de los márgenes del mundo y las escaleras de caracol, de espaldas a las intrigas palaciegas y a los rumores de las camisas de vestir.

Y por eso su legión de grandes amigos se cuenta con los dedos de las manos, amigos con los que gusta sentirse acorralado y por los que siente el respeto que solo se siente por un ideal.

Te diré también que es de esas personas a las que podrías confesar un horrible y premeditado crimen sin miedo a que te delatara. Incluso se dejaría envenenar con un mortal arsénico solo a cambio de sentirse agasajado después con un milagroso antídoto con forma de fraternal abrazo.

Al Navalón que yo conozco no le gusta discutir; de hecho casi nunca lo hace, porque se necesitan al menos dos personas para sentirse incómodo. Tampoco tiene enemigos conocidos, ni siquiera cuando ejerce con mano izquierda y guante de seda su práctico presente sindical. Y nunca zancadillea a nadie; seguramente por miedo a hacerse daño a sí mismo al salir corriendo del lugar del crimen.

Chavalón se angustia con tus angustias, y siempre encuentra un motivo para acordarse de ti, para alegrarse de tus gustos, para disfrutar de los problemas de la gente sin problemas, y para decir 'no' cuando piensa que no le necesitas.

Le gusta cumplir las normas, aunque le favorezcan injustamente. Por eso, en medio del desorden, se sabe rodear de su particular orden, de su eje de abscisas de los Hermanos Peredo, y de su eje de ordenadas del Embalse de Valmayor.

Y si alguna vez se lo preguntas, te contestará que le gustaría morir donde nació, aunque con su estilo irónico y mordaz también bendecirá el fruto de los Cienpozuelos que le dan de comer.

Cuando a veces recorre su vida, lo hace enfundado en unas viejas zapatillas, pero siempre con los pies en el subsuelo; por eso nunca se habla con fantasmas, salvo que sean del pasado. O salvo que vuelvan solo para recitarle fugazmente aquella mítica alineación del Bayern del 74.

Su cabeza está siempre llena de normalidad, y su corazón rebosa vivencias comunes, aquellas vividas cuando lo mío era igual que lo suyo, cuando era un pluriempleado mal peinado, cuando todos jugábamos a ser ‘ninios’ malos, cuando nos reíamos a diario de los gatillazos y de los polvos sin resolver, cuando el futbiolo con cola nos hacía perdernos la mejor mitad de la noche, y cuando, aunque tuviéramos ya más de cien años, todavía no sabíamos que no sabíamos nada. Como ahora.

Muchas felicidades, zorro. Y que cumplas muchos más, por lo menos otros tantos como yo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas gracias zorro, lo voy a volver a leer porque esto es demasiado profundo......

BORJAMON dijo...

Quedamos para tomar un medio en la Estrella, jugar un futbiolo y verás como empiezas a verlo todo más claro. El Farias, como siempre, enorme.