sábado, 3 de marzo de 2012

Un paseo por el subsuelo

Leo en los mares de internet que, según una encuesta del gremio de editores, uno de los libros que más se sigue leyendo en la actualidad es la Biblia. Y a mí me cuesta creerlo. Debe ser porque mi única fe cierta la encuentro siempre cerca de lo razonable. O debe ser porque yo no viajo habitualmente en metro, que es el lugar donde la gente más lee.

Pues eso; que en las grandes ciudades la lectura en el trayecto del metro, camino del trabajo, es una manera subterránea de leer, obligatoriamente voluntaria, amenizada entre canción y canción por algún intérprete ambulante, o acompañada por el sueño profundo del desconocido vecino de al lado.

Y yo no suelo ir en metro a trabajar, pero no porque le tenga miedo al subsuelo; de hecho, uno de los libros más recomendables del ruso más universal son ‘memorias del subsuelo’, pero que nada tiene que ver con el criadero de escenas que se suceden a diario entre estación, andén y estación.

Quizá esta semana me acerque a algún vagón del metro, pero solo para comprobar si las Biblias en formato de bolsillo han conseguido desbancar a las verdades de Ken Follett que, según tenía entendido, continúan siendo el mejor consuelo para recrearse en las dudas.

O quizá, para mi sorpresa, algún viajero lleve en sus manos la novela cuyo protagonista es el joven Piotrus, el chico que nació ciego y que, con su ceguera, cubrió de desesperación e impotencia su hogar.

Y fue su tío, Maxim, inválido de piernas a consecuencia de heridas en el campo de batalla, quien supo mirar detrás de los ojos de Piotrus, y así advirtió la delicadeza oculta en aquel niño. De esta forma inició una singular didáctica con su sobrino, que terminó por despertar su vocación musical, tras un proceso de afinidad con su realidad, tan solo ayudado por el oído y el tacto.

El drama interior de Piotrus tiene final feliz, ya que el chico consigue renunciar a su sufrimiento al hacer de la interpretación musical, no un simple sosiego para su espíritu, sino una forma de liberación.

De cualquier forma, si en mi paseo por el subsuelo no veo rastro de Piotrus, me consolaré como San Manuel Bueno, que se consolaba consolando a los demás, aunque el consuelo que les daba no fuera el suyo.

No hay comentarios: