A mi diestra los más siniestros, los pordioseros sin dios, los herederos desheredados, los mediocres enamorados y los que crecieron cerca del mar.
A mi siniestra los más diestros, los extraños extrañados, los divinos de la vida y los que murieron lejos del mar.
Arriba los bajos, descubiertos los magos y concienzudos los que se ahogan en dos vasos de agua.
Abajo los altos, los impulsivos que se lo ganaron a pulso, los abatidos con versos letales y los que se sumergieron en un mar de lágrimas.
Dentro los más salidos, los enfermos con mala salud de hierro, los enanos mentales y los que se fueron allende los mares.
Fuera los semejantes, los parecidos razonables, los indolentes radicales y las mareas negras que salen a flote.
Cantando sin parar las haches mudas. Escribiendo a ratos las hojas en blanco. Desenredados los fractales. Relucientes los locos de atar. Desdibujados los animados. Expatriados los nacionales. Y, por supuesto, felices los infelices.
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