Ensayo
sobre la ceguera no es exactamente un ensayo. Yo diría que se parece más a una
novela sobre la oscuridad por la que nos guiamos las personas que no somos
ciegas.
La
ceguera que narra Saramago no es común; es blanca y luminosa. Y contagiosa. Y es curioso
pero, mientras la lees, parece que los ojos fueran una especie de espejos vueltos
hacia dentro con los que mostramos lo que negamos con la boca.
A
mí me ha servido como colofón de mis vacaciones de verano, como la
desembocadura del verano, en las que, dicho sea de paso, me he pillado unos
buenos ciegos, pero vocacionales y saludables. Debe ser por el aire del mar,
que vivifica.
Saramago
ya está muerto, que es como estar ciego dos veces, pero afortunadamente nos ha
dejado novelas como ésta, en la que basta cerrar fuerte los ojos para ver con
claridad la realidad.
No
te recomiendo que la leas, pero hay que estar muy ciego para no hacerlo.
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